Cuando escogemos lugar para residir nos ocurre igual que al estrenar trabajo: con quiénes debemos convivir, nos tocan por suerte.
Sí se trata de una buena ubicación, suponemos que habrá algún tipo de armonía, sin embargo sucede que a menudo nos toca alguien con carácter complicado. Mi problema comenzó con el volumen de la música; soy respetuosa y educada, así que cuando me tocaron a la puerta para decirme le bajara, accedí. Al día siguiente, volvió a ocurrir, me sorprendió ya que le había hecho caso, decidí darle mi número de móvil para evitarle tuviera que acercarse a mi puerta. De todas maneras, regresó de nuevo, para darme su agenda de trabajo por internet; le propuse cambiaría la ubicación del pequeño amplificador, lo que implicó tuviera que hacer lo mismo con mi mesa de trabajo.
Muy a mi sorpresa , a los pocos días estaba yo trabajando mientras escuchaba música clásica, cuando empezó a golpear con gran fuerza y ruido la pared, hasta que me vi obligada a responder con el mismo sistema. A partir de entonces , se convirtió en repetitivo.
Al poco tiempo estaba iniciando una práctica de yoga con dos alumnas, nos unimos para decir el OM, y al unísono empezaron a sonar a muy alto volumen, rancheras, seguidas por "reggaetón".
Decidimos hacer caso omiso y continuar nos concentramos en la práctica y al rato, lo suspendió. A partir de esto me lo he encontrado por la escalera,, lo he saludado amablemente, no ha respondido , pero sí ha dejado de protestar.
Sin lugar a dudas, la mejor arma , es desarmar, o sea, reaccionar actuando al contrario de lo que usualmente se hace o de lo que la persona en cuestión, piensa que haremos.
DIANA NEIRA
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